Después de cuatro años, cuatro películas y cuatro directores distintos, Bill Condon nos trae la quinta y última entrega de la saga Crepúsculo, Amanecer: Parte 2. Esta última película es la segunda parte del libro con el mismo nombre, que para mayor beneficio financiero dividieron en dos partes, aunque podían haber hecho la misma mierda en una sola y ahorrarnos el trámite.
Protagonizada por Kristen Stewart (Bella), Robert Pattinson (Eduard Cullen) y Taylor Lautner (Jacko), la película trata sobre la nueva vida de Bella como vampiro, y de sus nuevas habilidades. Esta conversión y el nacimiento de su hija, Renesme, mitad humana mitad vampiro, suscita el enfurecimiento de los Volturi, una especie de alto mando vampírico, que pretenden hacer desaparecer a la familia Cullen y a sus nuevos miembros, por violar una norma básica de los vampiros que brillan, no convertir niños porque su sed es insaciable. Lo que no saben es que la niña no es vampiro del todo.
No puedo hablar de la películasin comentar la pésima elección de hacer que el bebé, Renesme, esté hecho por ordenador. Al ser mitad humano, mitad vampiro, la niña crece a un ritmo bastante acelerado, y el recurso del director es utilizar un engendro hecho por ordenador. Este bicho va creciendo y cada vez es más raro.
También hay que comentar que como Taylor Lautner, Jacko, ya no tiene tanto tirón como en entregas anteriores, al no tener nada que hacer con Bella, cualquier excusa les ha servido para que se quitara la camiseta, cosa imprescindible en esta saga.
La película en sí es bastante aburrida, aunque tiene puntos sorprendentes que pueden gustar a los seguidores de la saga. Sin embargo, personalmente no recomiendo a nadie ir al cine y pagar por ver esta película que ha recaudado solo en nuestro país más de 9 millones de euros en su primera semana en cartelera.
Solo me queda dar las gracias a Stephenie Meyer, la autora de los libros en los que se inspira la saga, por no haber escrito más libros, y rezar por que no se saquen de la manga un Amanecer Parte 3.